INMIGRACIÓN | Ni trabajo, ni papeles, ni techo de ladrillo que derribe un terremoto
El Haití oculto de El Ejido
Gora y Abdulah ven la tele, en el garaje semiderruido donde viven. | Miguel Cabrera
Se han cumplido diez años de los sucesos racistas del Poniente almeriense
Las condiciones de los inmigrantes en los poblados es peor que entonces
Miguel Cabrera | Almería
Actualizado lunes 15/02/2010 09:57 horasDisminuye el tamaño del texto Aumenta el tamaño del texto
Gora y Abdulah observan cómo un niño haitiano recibe alimentos de manos de las fuerzas internacionales desplegadas en el país asolado por el terremoto mientras esperan a que esté listo el tiéboudienne, el plato nacional de su país, Senegal, que se cuece en una olla mugrienta. "Tiene arroz, pescado, pimientos, calabacín y berenjenas", dice Abdulah, de 27 años.
Justo minutos antes, la Cruz Roja ha tocado a la puerta de la vieja cochera semiderruida en la que viven, en el paraje ejidense de Tierras de Almería, para entregarles alimentos. Desde hace unas semanas, por primera vez en mucho tiempo, la organización humanitaria se ha visto en la necesidad de repartir víveres en los poblados de chabolas porque ha constatado que muchas de las más de 4.000 personas que las habitan en Almería -de ellas 2.800 en el Poniente- pasan hambre.
En el caso de los asentamientos almerienses ni siquiera un terremoto sería capaz de atraer la atención del mundo. Por la sencilla razón de que la mayoría de los inmigrantes no tiene un techo de ladrillo o cemento que pueda caer sobre sus cabezas, sino plásticos, cartones o maderas.
En estos días se cumplen diez años desde que el 5 febrero de 2000 la joven Encarnación López fuera apuñalada en el mercadillo de Santa María del Águila por Lesbir F., un joven marroquí esquizofrénico, y desatara la caza del moro, una ola de violencia y rechazo a los inmigrantes que ha pasado a la historia como los sucesos de El Ejido. Por aquellos días quedaron de manifiesto las penosas condiciones de vida que tenían que soportar los inmigrantes que vivían en el Poniente almeriense.
Una mujer acarrea garafas en un poblado.
Diez años después, aún son miles de de personas los siguen padeciendo la misma situación: no tienen papeles, trabajo ni un hogar digno.
Mientras Abdulah se muestra efusivo y hospitalario, Gora, de sólo 23 años, mantiene la mirada perdida, fija en el infinito, que a veces se clava en los visitantes, triste, amarga, como una petición desesperada de auxilio. Ambos llevan más de dos años en Almería, después de llegar en patera a Canarias. Desde allí, les trasladaron en avión a Madrid, a continuación a un albergue de Zaragoza, y después viajaron a Málaga para encontrarse con unos compatriotas.
La falta de trabajo les impidió quedarse y recalaron en este inhóspito lugar, entre invernaderos, apartados y olvidados del mundo. Sin papeles, apenas pueden trabajar dos o tres días a la semana. Lo justo para comer mal. Porque además deben pagar 100 euros al mes por el alquiler de su 'casa', una única habitación de apenas 12 metros cuadrados, sin agua ni servicios, que comparten con otros dos senegaleses. Todos duermen en tres colchones tirados en el suelo.
Hoy, sus amigos han tenido suerte y han subido a las furgonetas de los agricultores a las seis de la mañana, en el frío cruce de caminos donde la mayoría ha vuelto a carecer de fortuna, y han regresado, cabizbajos, a sus chabolas. Sus compañeros traerán por la tarde, por ocho o nueve horas de trabajo, 30 euros cada uno. El convenio del campo establece el jornal en 44 euros. Los agricultores también se escudan en la crisis para bajar los salarios.
La situación de los cuatro ocupantes de la chabola durante tanto tiempo no es una excepción, como explica el también senegalés Abdourahmane Niang, responsable de la atención a los asentamientos de chabolas de la Cruz Roja en Almería desde 2003. "De un tiempo a esta parte, las chabolas han dejado de ser un lugar de paso, como hace unos años, para convertirse en residencias permanentes, donde muchas personas llegan a vivir años y años".
Resignados a su suerte
Y es que a la crisis general se une la que también atraviesa la agricultura almeriense, la peor en los últimos 20 años. Todo ello no sólo se deja reflejar en las cada vez peores condiciones de vida, sino en el estado de ánimo. "Antes nos encontrábamos en las chabolas con gente que luchaba por buscar trabajo, por tener una casa propia, por mejorar e irse a otro lugar, pero ahora cada vez son más quienes se resignan a su suerte porque no ven salidas", dice Niang.
Otro de los efectos de la crisis es la presencia de mujeres y niños en los poblados. Casi todas se han visto arrastradas a ellos por la pérdida de su trabajo o porque los familiares con quienes vivían han tenido que dejar sus casas en alquiler, o lo que es peor, a dejar de pagar la hipoteca y perderlas. Esto explica que en la puerta de algunas chabolas permanezcan coches aparcados, de personas que han regresado al pozo.
Cruz Roja ha contabilizado en el Poniente medio centenar de mujeres y unos 25 niños en los asentamientos, sobre todo en El Ejido, Roquetas y La Mojonera. Una decena de ellas malvive en el poblado del paraje de La Cumbre, próximo a la urbanización de lujo de Almerimar. Una montaña de basura es la inmunda señal de bienvenida al asentamiento en el que conviven con 70 hombres y cinco niños, la mayoría marroquíes. Hasta hace un año, los residentes aportaban un euro por cabeza al mes para pagar un servicio de recogida semanal, pero el paro y la crisis les ha llevado a dejar de pagar. Y la empresa, la misma que trabaja para el Ayuntamiento, imputada en la operación Poniente, ha dejado de acudir.
Hace ya más de un año y medio desde que Sara El Akil, Hani Khnati y Zohra Sraghna se trasladaran a una chabola de plásticos que linda con el vertedero de basuras. Ellas llegaron con visado para trabajar en la fresa de Huelva, pero una granizada las dejó sin empleo en abril de 2008. Sara y Hani, las dos mayores, tienen cuatro y tres hijos, respectivamente, en Marruecos, que cuidan sus madres. Ahora están doblemente atrapadas entre los plásticos de los invernaderos que les rodean y los de sus propias chabolas, sin papeles y, como es el caso de Zohra, con una orden de expulsión.
El tiempo pasa muy despacio en este lugar. Los hombres deambulan por la calle o en el interior de las chabolas, entre vasos de café o té. De ahí que reciban con agrado la visita de los voluntarios, que también les enseñan nociones básicas de informática o el manejo de internet, algo que les es de mucha utilidad para hacer gestiones y evitarse desplazamientos engorrosos a Almería, sobre todo por la posibilidad de que les detenga la Policía, como apunta Abouobaida Laarreg, quien también trabaja en la Cruz Roja almeriense desde 2003.
"Todo está muy mal, y vamos a peor", reconoce Reduane, un marroquí de 35 años que habla perfectamente el español y que ejerce de líder del poblado. No en vano, él, tras llegar en patera a Almería, reunió los ahorros suficientes para trasladarse a Madrid, donde ha trabajado varios años como vigilante de obra. Tras perder el empleo, tuvo que volver a El Ejido. Hoy está parado y malvive en una chabola. "Mucha gente que logró salir de los asentamientos y se había ido a otras ciudades se ve obligada a regresar porque no tienen donde ir", dice Niang.
"Nos vemos obligados a robar hortalizas en los invernaderos para comer, lo reconozco, pero no podemos hacer otra cosa", explica Reduane B. encogiéndose de hombros.
DEPOIS COMEMOS ESPANHOL...
OS NOSSOS DESCOLONIZADORES DÃO LIÇÕES HUMANISTAS AO MUNDO.EM BOA VERDADE À CONTA DE DÉFICES MAS O QUE INTERESSA ISSO SE É PARA SALVAR O MUNDO?
NEM QUE SEJA NECESSÁRIO COLONIZAR O RECTÂNGULO...DIZENDO QUE É UMA RIQUEZA...
MAS O FMI E O BCE VÃO DE CERTEZA SER COMPREENSIVOS.AFINAL É TUDO SOLIDÁRIO...
No comments:
Post a Comment