Así funciona la FP dual en Alemania, su fórmula mágica contra el paro juvenil
Millón y medio de jóvenes estudian una profesión y trabajan a la vez, cobrando entre 400 y 1.000 euros
Las empresas no reciben ningún tipo de incentivo e incorporan al 66% de sus aprendices a sus plantillas
RAQUEL PASCUAL CORTÉS
Hamburgo 3 JUL 2017 - 11:36 CEST
El 1 de agosto es una fecha importante en Alemania: la mayoría de las empresas de todo el país abren ese día el plazo para que los jóvenes presenten sus solicitudes para conseguir una plaza de formación profesional (FP) dual. Se trata de un sistema en el que los alumnos, a la vez que aprenden una profesión en una escuela, trabajan en una empresa o en la Administración y cobran un salario desarrollando esa profesión.
En la sede de Hamburgo de la compañía Still –cuarto fabricante de maquinaria del país, solo por detrás de Bosch, Thyssen y Siemens– ese primer día de agosto reciben más de 3.000 solicitudes para ocupar una plaza de formación dual. Pero solo cogerán a 65 jóvenes.
Y esta avalancha de candidatos, solo factible en España en casos de oposiciones para un empleo público, no solo ocurre en los grupos industriales. Cerca de la sede de Still, en el centro de Hamburgo, sucede lo mismo en la aseguradora HanseMerkur, una compañía con 1.300 trabajadores que cada año recibe unas 1.000 solicitudes para 15 plazas de FP dual.
EL IMPACTO EN LAS COMPAÑÍAS
El 21% de las compañías alemanas participa en el sistema de formación dual, capacitando a más de medio millón de nuevos aprendices cada año, según datos de la Oficina Federal de Estadística alemana. Estas empresas incorporan aproximadamente al 66% de sus aprendices a sus plantillas una vez han superado con éxito el periodo formativo y el examen final. La inversión media en cada uno de estos aprendices es de 18.000 euros por año (casi siete de cada diez de estos euros van al pago del salario del joven). Si bien, las compañías calculan que aproximadamente el 76% de esta inversión se amortiza a través de la propia aportación productiva del alumno durante los periodos en los que trabaja en la empresa.
Exigencias a las empresas. Las compañías deben contar con, al menos, un formador acreditado oficialmente, que será el responsable de monitorizar a los aprendices. Las Cámaras de Comercio e Industria (para las titulaciones industriales) y las de Artes y Oficios (para las relacionadas con los servicios) son las encargadas de ejercer el control más directo sobre las empresas, todas ellas afiliadas de forma obligatoria a estas instituciones. Por eso, los representantes de las Cámaras son los encargados de cerciorarse de la idoneidad de las sociedades que empiezan a formar a aprendices. Y también controlan que los empleos se correspondan con lo que exige la formación. No obstante, si la empresa no cumpliera con sus obligaciones, solo el Instituto de Formación Profesional de cada estado federado puede retirarle la licencia para tener aprendices de formación dual y mediante un proceso judicial.
El éxito del sistema de formación dual en Alemania es una de las señas de identidad de las que presumen a la hora de explicar la buena marcha de su mercado laboral. Y así se lo han explicado a una delegación de expertos españoles en formación profesional y dual que viajó a Hamburgo invitada por el Ministerio de Asuntos Exteriores alemán.
Todos los agentes implicados en el sistema se muestran sumamente orgullosos de él y la respuesta social de la juventud queda patente en la citada avalancha de peticiones que reciben las empresas. Casi la mitad de los jóvenes lo elige al acabar la ESO; y antes de 2014 eran más del 60%. “Se puede decir que quien termina una FP dual en Alemania tiene un puesto de trabajo seguro”, señala la directora del Instituto de Formación Profesional de Hamburgo, Beate Gröblinghoff.
En la actualidad, hay 1,4 millones de aprendices (conocidos comúnmente como azubis en alemán) cursando uno de estos títulos de FP dual. Los estudios duran entre 2 y 3,5 años y capacitan para 327 profesiones distintas. El Gobierno alemán reconoce que este sistema es la clave para que la tasa de paro juvenil en Alemania esté por debajo del 7%.
Pero ¿cómo funciona esta fórmula mágica? Cuando un estudiante alemán termina su educación general, a los 16 años, puede optar por seguir con el ciclo de bachillerato y universidad, puede acudir a una escuela profesional a tiempo completo u optar a una plaza de formación dual.
Para conseguir una plaza de FP dual en Alemania los únicos requisitos son haber terminado la educación básica (hasta cuarto de la ESO) y que el joven en cuestión haya sido admitido previamente por una compañía como aprendiz.
La búsqueda de esta plaza en una empresa se hace directamente por el estudiante en el 75% de los casos, y el resto son ayudados por las oficinas públicas de empleo a encontrar estas compañías dispuestas a formarlos. En el caso de la ciudad alemana de Hamburgo, por ejemplo, hace cinco años que crearon un centro de búsqueda de empleo solo para jóvenes. Una vez que han sido aceptados por la empresa, ésta les inscribe en la escuela profesional que les impartirá la parte teórica, al mismo tiempo que trabajan.
Lo habitual, según Gröblinghoff, es que las pequeñas empresas opten porque los aprendices acudan al trabajo tres días a la semana y a la escuela los dos restantes. Mientras que las grandes compañías prefieren organizar los dos o tres años que dura este tipo de formación en periodos más largos de tiempo, alternando varias semanas formativas con otras seguidas solo de trabajo en la empresa. Si bien, los aprendices siempre estarán un tercio del tiempo en la escuela y los dos tercios restantes, trabajando.
Este reparto se repite en la financiación del sistema, ya que el Estado aporta aproximadamente el 30% del coste de esta formación, a través de las escuelas (unos 5.400 millones al año), y las empresas invierten el 70% restante, costeando los salarios de sus aprendices.
“Las retribuciones varían en función de la profesión que se aprenda y pueden ir desde los 400 euros de un peluquero a los 800 euros mensuales de un técnico comercial de seguros o finanzas, o los 1.000 de un trabajador de la construcción de obra civil”, explica Ulrich Natusch, director del Centro de Formación Profesional para Bancos, Seguros y Derecho de Hamburgo. Este responsable también precisa “que las empresas prefieren alumnos que no tengan el bachillerato, “porque son menos susceptibles de dejar la compañía para irse a la universidad”.
Al finalizar el periodo formativo, los alumnos deben aprobar un exhaustivo examen mitad práctico y mitad teórico para titularse.
Las empresas no reciben ninguna compensación o beneficio fiscal por tener aprendices. “Los empresarios están convencidos de que formar a jóvenes es invertir en su propio futuro y en el del país”, asegura Natusch, quien recuerda que el sistema ha cumplido 150 años, lo que explica su arraigo en las compañías.
El jefe de formación de Still, Stan-Arne Sass, es un entusiasta defensor del sistema dual y va más allá, al considerar que este tipo de formación cobra más importancia porque Alemania, igual que el resto de Europa, “está afectada por un cambio demográfico”. En su opinión, “es una ola que se aproxima y, si no tomamos medidas, en 15 años tendremos un problema serio de mano de obra; formar en la empresa es la mejor vía para vincular a nuevos empleados y asegurarnos de que tienen la cualificación que necesitamos”.
DE EMPLEADA PRECARIA EN LLEIDA A 'AZUBI' EN HAMBURGO
María Guárdia es una joven de Lleida de 31 años. Hace cuatro años vivía en su ciudad natal y por entonces, 2013, España atravesaba por uno de los peores momentos de la crisis. Se había licenciado en Económicas, pero solo había conseguido “alternar periodos de paro con algunas prácticas poco o nada remuneradas o trabajos precarios nunca relacionados con lo que había estudiado”, dice.
Un día, por casualidad, vio un anuncio en el que la Cámara de Comercio de la ciudad alemana de Hamburgo buscaba jóvenes españoles recién salidos del instituto para hacer formación profesional dual en esta ciudad. No era el caso de María, que ya era licenciada, pero tenía un título básico de alemán (B1) y decidió solicitar una plaza. Tenía entonces 27 años y le comunicaron que había sido aceptada para cursar una plaza de FP dual en Comercial de Seguros y Finanzas. Al mismo tiempo, trabajaría en la aseguradora HanseMerkur, en Hamburgo. Una compañía con 1.300 trabajadores. Ya era oficialmente una azubi, que es como se conoce en Alemania a los aprendices de FP dual. Cobraría 800 euros y trabajaría ocho horas al día, pero empezaba lo difícil. María recuerda que comenzó un 1 de agosto de hace cuatro años, “con mucha más exigencia que a la que estaba acostumbrada”.
Tras tres años de semanas trabajando en todos los departamentos de la compañía y otras semanas asistiendo a la Escuela Profesional de Seguros, banca y derecho, además de superar constantes cursos de alemán, esta joven aprobó el título de Comercial de Seguros. Y pasó directamente a formar parte de la plantilla de HanseMerkur, junto con la mayoría de los otros 17 azubis que estudiaron con ella en la compañía.
En el caso de María, la nota que sacó en el examen final (un 2) determinó que su contrato fuera indefinido. Si hubiera sacado un 3, el contrato habría sido por un año, y si hubiera obtenido un 1, además de un contrato fijo habría tenido una compensación económica.
Tras “superar mucha oscuridad”, y no solo por los cielos nublados que suele tener Hamburgo, María está muy contenta de haber participado en este programa –que en 2017 ya no existe– y, delante del jefe de personal de su empresa, Lars Lange, asegura que no planea volver a España. “Ahora siento que puedo devolver a la compañía lo que ha invertido en mí”; aunque precisa que “las dos primeras semanas pierden algo de tiempo contigo, luego ya les quitas trabajo”.
OS QUERIDOS INTERNACIONALISTAS NÃO QUISERAM O ENSINO TÉCNICO-PROFISSIONAL DO SALAZAR.AGORA DISTRIBUEM PEIXE A EITO E AOS QUE EMIGRAM RESTA A LUTA PELO POSTO DE TRABALHO COM AQUELA IMENSA MULTIDÃO QUE ANDA A INVADIR A EUROPA...
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