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Tuesday, July 16, 2019

ESTES PRETINHOS DESDE QUE CÁ METEM O PÉ COMEÇAM LOGO A DAR LIÇÕES AOS BRANCOS MAUS...

INMIGRACIÓN Crimen en el Mar de Alborán
Un 'cortacabezas' en la patera
LUCAS DE LA CAL

Estaban todos aterrorizados porque el guineano Oumar sacó una daga y cortó la cabeza a un compatriota que se bebió su zumo. Arrojó al agua la cabeza... Está detenido y muchos de sus 15 compañeros de viaje, en shock desde entonces, reciben apoyo psicológico en Málaga

Oumar Diallo en la ciudad marroquí de Nador. El 7 de julio se subió a una patera junto con otros 16 migrantes. Cortó la cabeza a uno de ellos por robarle el zumo.
Situación. Menos pateras y un 46% menos muertes de inmigrantes en el mar en lo que va de año
30 años en el Estrecho. Las pateras hoy son 'toys' que vienen de China
La patera que había salido en la tarde del 5 de julio de la playa de Kariat Arkmane (cerca de la ciudad de Nador, al norte de Marruecos) llegó a la salida del sol del día siguiente a aguas españolas, en mitad del Mar de Alborán. A bordo iban 17 personas que un día decidieron partir de Guinea Conacry, Senegal, Mali y Costa de Marfil para emprender una vida mejor en Europa. Horas después, un barco de Salvamento Marítimo avistó la embarcación y rescató a los subsaharianos. Al puerto de Almería llegaron 16. Faltaba uno.

«Le ha cortado la cabeza. Se ha vuelto loco», gritó asustado uno de los jóvenes que iba en la patera. El voluntario de Cruz Roja que lo atendió al llegar a la costa andaluza se quedó atónito. Nunca había escuchado algo parecido.

La travesía de más de 200 kilómetros cruzando el Mar de Alborán se hizo demasiado larga. El sol quemaba, el cansancio (físico y psicológico) cada vez era mayor y la sed golpeaba con fuerza el estómago. Cada uno de los tripulantes llevaba consigo un pequeño pack con algo de comida y un zumo. El patrón de la embarcación, el guineano Oumar Diallo, que había cobrado 2.500 euros a cada uno, también tenía su bolsa de supervivencia. Hasta que uno de sus compatriotas le robó su zumo. Al darse cuenta, la primera reacción de Oumar fue sacar una daga y decapitar al ladrón. El resto de los que iban en la patera se quedaron pasmados, quietos, sólo sus temblores de miedo hacían un leve movimiento. Ni siquiera gritaron por temor a que cualquiera de ellos fuera el siguiente.

Oumar separó la cabeza del cuerpo de su víctima y la tiró por la borda. El cuerpo decapitado permaneció en la barca 45 minutos más. Hasta que Oumar decidió que los demás habían comprendido de lo que era capaz de hacer y que ninguno se rebelaría por el terrible crimen que acababa de cometer.

Esta escena es el relato completo que hacen los inmigrantes de aquella patera. El mismo que algunos se atrevieron a hacer a la Policía al llegar a las costas españolas. Todos ellos acabaron en Málaga, acogidos en el centro de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR). Excepto Oumar, que se quedó en el calabozo de comisaría mientras los agentes investigan lo que ocurrió.

Hoy ha pasado más de una semana del crimen cometido por Oumar. Y la mayoría de los que presenciaron el vil asesinato siguen sin poder dormir por las noches. Algunos han tenido que recibir tratamiento psicológico. Incluso ser ingresados por ataques de ansiedad. Porque este es un trauma -uno más- en la travesía del inmigrante que es difícil de superar. Estamos acostumbrados a narrar sus viajes migratorios desde la perspectiva humana -o inhumana-, a hablar de violencia y de sufrimiento físico, pero pocas veces se aborda la parte mental de aquellos que, desde que salen de sus países de origen, sobreviven día tras día rodeados de muerte y de todo tipo de penurias.

Cuando uno está atrapado en mitad del mar subido a una barca hinchable todo se ralentiza. El paso de los minutos. El golpe de sol abrasador de mediodía. El enturbiamiento de los pensamientos. El miedo a la muerte. «Muchos pierden la cabeza allí subidos», se escucha decir a menudo a los que sobreviven al viaje.

«El daño físico del largo camino con el tiempo desaparece. Pero cabezas sólo tenemos una y aquí hay muchos jóvenes que la están perdiendo, que llegan al norte (de Marruecos) con un impacto migratorio en sus mentes que les hace mucho daño y perturba sus sueños», explicaba a Crónica un camerunés rastafari que ejercía de psicólogo en una especie de santuario en Tánger (el Vaticano lo llamaban) donde se refugiaban los inmigrantes que arribaban a su última parada antes de lanzarse en patera hacia España.

Precisamente allí, en Tánger, conocimos uno de los testimonios más cruentos de lo que ocurre dentro de una patera. La voz la puso un camerunés al que llamaban Papi: «La gente está muy desesperada por llegar a salvo a Europa. El mar es duro y conocemos historias de personas que, ante el miedo que les genera verse rodeados de agua, piensan que deben sacrificar un alma a cambio de sobrevivir. El otro día una mujer lanzó al mar a su bebé de pocos meses, como sacrificio, mientras iba en una patera. Y también un amigo desapareció de una barca hinchable que rescató Salvamento Marítimo. Estaban todos los que subieron excepto él... nos dicen que le obligaron a tirarse de la barca porque se hundía y era el que más pesaba».

En España, Elena Sánchez trabaja como psicóloga de CEAR en Sevilla tratando a los inmigrantes que llegan a la península después de sobrevivir a un viaje en patera. «Son terribles las experiencias que viven. Y eso les afecta sobre todo en trastornos del sueño, donde reviven estas pesadillas. Luego está el duelo migratorio, que no es sólo la pérdida de su identidad, sino de todas las personas que han perdido en el camino o en la patera», explica Elena. «Es difícil hacerles seguimiento porque muchos desaparecen y casi todos se van a Francia. Hacemos talleres con ellos, en grupo e individuales. Pero también hay otro problema: llegan con unas expectativas que luego no se adaptan a la realidad». La bonne vie lo llaman los francoparlantes africanos, la Europa idealizada e inflada en las redes sociales.

Esa bonne vie que buscaban los que se subieron a la patera en la que Oumar Diallo decapitó al chico guineano. Intentamos encontrar la identidad de la víctima en Nador, la población marroquí desde donde salieron. No recibimos respuestas. Aunque sí que las encontramos sobre la historia del asesino Oumar. Desde la Asociación Marroquí de Derechos Humanos en Nador, Omar Naji, su presidente, cuenta que su organización ya denunció al asesino por traficar con personas, especialmente con mujeres vulnerables. Las captaba en sus países, las engañaba para ir a Marruecos y allí les obligaba a pagar más de 3.000 euros para cruzar.

«Lo denunciamos varias veces, pero la policía marroquí lo detuvo y lo volvió a dejar libre», cuenta Omar. Las autoridades marroquíes sí que detuvieron hace poco a sus socios traficantes, padre e hijo marroquíes que se encargaban de conseguir las pateras.

Porque estas embarcaciones siguen saliendo desde las costas del reino alauí hasta España. Aunque, en comparación con el año pasado, el flujo migratorio ha caído un 27,4 % este primer semestre. De esto tiene gran culpa Marruecos. Desde que la Comisión Europea desbloqueó 140 millones para ayudar al reino a blindar sus fronteras, las fuerzas auxiliares marroquíes han endurecido sus actuaciones y redadas en los barrios y campamentos donde viven los inmigrantes, especialmente en los 30 asentamientos que hay en los bosques cercanos a Nador.

En uno de los más longevos, en el de Carrière, salieron los 16 subsaharianos de la patera de Oumar. Pretendían llegar a la idealizada orilla europea y poder gritar Boza (que significa victoria, que todo lo malo ya ha pasado). Y casi lo consiguen todos. Pero Oumar decidió cortar la cabeza a uno de ellos por robarle su zumo.

CUIDEM-SE E CONTEM A FAMÍLIA À NOITE PARA VER SE O CANIBALISMO NÃO VOLTA AGORA NA EUROPA...ONDE NÃO HÁ MACACOS NEM CHIMPANZÉS...